Al leer acerca de la obra de Alejandro Aravena, a veces puede parecer como si fueran dos discusiones paralelas: una sobre sus innovaciones en vivienda social ampliamente elogiadas, y otra sobre sus impresionantes (aunque más convencionales en su mirada) edificios para universidades y municipios. En este post originalmente compartido en su página de Facebook, Hashim Sarkis, el Decano de la Escuela de Arquitectura y Planificación del MIT, conecta dos hilos aparentemente separados en la arquitectura de Aravena, descubriendo las creencias subyacentes que guían el ganador del Premio Pritzker de este año.
Gran parte de la obra de Alejandro Aravena, ya sea diseño individual o con el grupo ELEMENTAL, encarna un momento eureka, un momento donde después de un interrogatorio cuidadoso del programa con el cliente, el arquitecto se le ocurre una respuesta al programa contraria a la intuición pero simple. (Para el centro de computación de la Universidad Católica, los laboratorios deben estar oscuros y a la vez bien iluminados. Para la vivienda social en Iquique, en lugar de una buena casa completa que no se puede pagar, se obtiene media casa buena que sí es asequible). A su vez, estas sencillas ecuaciones están incorporadas en edificios que normalmente adquieren formas igualmente simples. Los clientes y los ocupantes repiten el "ajá", con el mismo tono y la realización de Aravena. "Si no puedo transmitir de manera convincente la idea de diseño a través del teléfono, entonces sé que es una mala idea", dice.
Este enfoque no produce un diagrama o esbozo de diseño pero si una fórmula, o ecuación. A menudo presenta sus diseños como soluciones a ecuaciones. Estas ecuaciones generalmente explican relaciones volumétricas y no planimétricas. A través de su proceso de interrogación, Aravena hace el salto desde el programa a la constitución de otras posibilidades de habitar, distintas con las que él o los habitantes comenzaron. Lo que pensabas que querías no es lo que obtienes. Querías un parque infantil, obtienes un paisaje en cascada. Querías un jardín infantil, obtienes bloques de juguete en otra escala. Usted quería una casa independiente, terminas con una media-casa adosada. Las formas enfatizan este resultado inesperado. Siempre parecen haber aterrizado de otro lugar, destartalados, tentativos pero audaces, ligeramente fuera de escala y fuera de tono en su materialidad.
Gran parte del poder arquitectónico de Alejandro Aravena radica en su capacidad de extender el momento eureka para habitar. No importa que tan viejo sea el chiste, todavía te hace reír. El placer que se experimenta en el primer encuentro con la silueta de las torres siamesas, la colección de medias casas, la caja-mirador Peregrino suspendida precariamente en el aire, no se acaba. Esto lo logra integrando el asombro en la materialidad arquitectónica y la construcción. La solución contraria a la intuición puede no haber haber comenzado en la arquitectura, pero siempre termina siendo arquitectónicamente opuesto a la intuición también. ¿Cómo unir cajas mientras se mantienen en tenso equilibrio? ¿Cómo se mantiene la solidez del exterior trayendo suficiente luz al interior? ¿Cómo se logra el efecto de la inmaterialidad con materiales? Es importante destacar que los edificios de Aravena se suspenden en los principios elementales de una relación formal que aún no logra el cierre. El cierre es una posibilidad que podemos entretener cuando habitamos, ya que se comprende de manera diferente cada vez que habitamos de forma diferente, permaneciendo abierto. Sus ecuaciones pueden resolverse pero sus configuraciones arquitectónicas permanecen perpetuamente abiertas.
Con el tiempo, los experimentos repetidos en la apertura de las configuraciones han acercado su trabajo en repertorio, lógica constructiva, y el efecto de un tipo de arquitectura megalítica. Las configuraciones megalíticas son literalmente abiertas a los elementos y al sitio. También alcanzan una gentil monumentalidad, no por ser más grandes de lo normal, pero por ser ambiguas en su escala. Principalmente evitan la lógica tectónica de la construcción y alcanzan o fingen un enfoque estereotómico. Como megalitos prehistóricos, logran un sentido de desplazamiento mediante la supresión de la temporalidad de la tecnología y la familiaridad del elemento tectónico (columnas, ventanas, etc.). Entre sus muchas contribuciones, Aravena sin duda será recordado como un arquitecto que amplió la técnica y las posibilidades formales de la arquitectura contemporánea por medio de volver a conectarse con la lógica megalítica y el tiempo ahistórico.
Sin embargo, lo que envuelve su trabajo y a veces lo enmascara (o protege), se trata de una retórica que a primera vista se interpreta como activismo populista. Sin embargo, al leer cuidadosamente sus declaraciones, especialmente la fase de clasificación que traen consigo, refuerzan el eureka contrario a la intuición. Por mucho que él dice que quiere que su público se sienta involucrado, encuentra en la arquitectura el poder para distraerlos de sus deseos mundanos y satisfacerlos con el cumplimiento de sus necesidades básicas. Por mucho que le habla a la instrumentalidad política de la arquitectura, en última instancia quiere potenciar la arquitectura para proyectar un mundo fuera de la política y del tiempo. Su discurso es una manifestación por la acción, pero en realidad es una llamada a la libertad, una llamada a la arquitectura libre de la carga de elegir entre la utilidad y la autonomía. El Premio Pritzker, tal como él espera, sólo expandirá su libertad.
Hashim Sarkis es decano de la Escuela de Arquitectura y Planificación del MIT y cabecera de Hashim Sarkis Studios. Una versión más larga de esta pieza aparecerá en una próxima edición de Arquitectura Viva.